4 de noviembre de 2010

CUENTO REALISTA...

El cumpleaños del abuelo Felipe.

Ayer domingo me levanté temprano y me fui a la casa de mi tío Robert para tomar el colectivo con él hasta la casa del abuelo Felipe, a festejar su cumpleaños número 71. Estoy ansiosa, le llevo un regalo que seguro le va a gustar, ¡es sorpresa!!
Huyy!!Nos quedamos dormidos y nos pasamos de largo, por suerte no fue tanto, bajamos y caminamos dos cuadras para atrás, hasta la calle 77 del barrio Budge. Es lindo cuando está soleado el día, pero cuando llueve es feo, hay mucho barro.
Llegamos y tocamos el timbre, nos abrió el abue Felipe. ¡Tenía una cara de enojado y a la vez feliz de que estemos con el!
Lo saludé y me dijo: “hola Mara” yo le dije que no me llamo Mara, me llamo Nancy!!!Le pregunté que le había pasado y dijo: “me olvidé de comprar la torta y encima, los domingos no abren las panaderías.”
Es la primera vez que vengo a la casa del abuelo, el tío Robert siempre me decía que es muy grande y antigua. Y, efectivamente, la casa es muy grande, corro por todos lados y no me canso, pero cuando doblo en frente de la escalera me choco con la misma persona. Es la sirvienta Marta, que siempre se come lo que queda de las fiestas.
Al llegar al comedor donde estaba la gente reunida, noto que estaba toda la familia pero faltaba la tía Susi. ¡Eso si que es raro!
Como les decía, el abuelo Felipe estaba medio triste porque el dice que un cumpleaños tiene que tener una torta, yo le dije que lo mas importante es que estamos todos juntos, aunque falte la tía Susi.
Ya van a ser las ocho y algunos se preparan para irse, mientras mi tío Robert y yo preparamos los souveniles que tienen forma de dentadura. Cuando el abuelo estaba saludando a los primeros en irse, sorpresivamente la tía Susi venía corriendo con la torta en las manos, casi se cae y todos gritamos de susto, no por ella si no por la torta.
Al fin llegó, tardó media hora y otra media hora en saludar a todos, porque éramos muchos. La tía dejó la torta sobre la mesa y dijo: “la hice con mis propias manos”, el tío Robert bromeando dijo: “entonces debe estar fea y quemada.”
El abuelo Felipe se puso muy contento, nos acomodamos todos para sacarnos la foto y el abuelo salió con los ojos cerrados, eso siempre pasa. Le cantamos el feliz cumpleaños y la torta estaba riquísima.
Llegó la hora de los regalos, el mío era un álbum con todas las fotos de la familia junto a el y el tío Robert le regaló un celular para hablar todos los días, aunque hay que enseñarle como usarlo.
Cuando terminó la fiesta y todos se fueron yo fui a buscar los anteojos del abuelo Felipe y, al pasar por la cocina vi a Marta comiendo de la fuente de los canelones que habían quedado.
Nosotros ya nos vamos, saludamos al abuelo. Subimos al colectivo y vamos a mi casa, el tío quiere pasar a saludar a mi mamá que está enferma y no pudo venir. Yo le llevo el souvenil de forma de dentadura que seguro se va a morir de risa cuando lo vea.
Mientras viajamos recordamos las cosas graciosas que pasaron en la fiesta, como cuando el gato se cayó en la fuente de ponche. Llegamos, entramos a casa, saludamos a mamá, yo le doy el souvenil, y me voy a acostar con la imagen de la sirvienta comiendo las sobras.

FIN

MARIELA ORTIZ RIOS,
MARIANELA GRISEL DAVALOS.

1 comentarios:

Escuela Nº 24 DE 05 dijo...

es muy asombroso lo que escribieron ja,ja,ja